Por Miguel Capurro, Director de Capital Humano de Randstad Argentina y Uruguay.


El término liderazgo implica disponer las voluntades hacia una meta en común, pero no es suficiente solo la experiencia y las habilidades para dirigir al equipo.


En momentos complejos como este, es cuando podemos darle fuerza a la palabra equipo. Todos la utilizamos en varias ocasiones y es mucho más que simplemente personas juntas, se trata de una red que posibilita la operación de un sistema en forma conjunta, con cada una de sus partes alineadas y aguantando el peso de su propia responsabilidad para que funcione el sistema de manera correcta.


Para que el equipo funcione a la par, es necesario brindarle todos los recursos que necesita para su operación, no únicamente los hard, sino también los emocionales. En las situaciones más complejas es cuando se pone a prueba el rol de los líderes, que son quienes deben guiar y acompañar a todos los que forman el grupo, dándoles contención y manteniendo el mensaje de que todo estará bien, más allá de la adversidad que se está atravesando.


El término liderazgo implica disponer las voluntades hacia una meta en común. Y dada la complejidad del contexto, la experiencia y las habilidades no suelen ser suficientes para guiar al equipo. Es fundamental mostrar un camino claro a seguir. Esto permitirá calmar la ansiedad del equipo y aumentará su resistencia y compromiso con las tareas que se deben llevar adelante.


Teniendo en cuenta el aislamiento y la distancia productos del contexto, las habilidades de comunicación de un buen líder pasan a ser aún más importantes al momento de gestionar los equipos en forma remota, debiendo contar con un grado de claridad extrema, ser diligente ante las acciones, mostrar empatía y templanza a la hora de accionar.


Hay algunas prácticas de liderazgo que se vuelven fundamentales para hacer crecer la confianza, estabilidad y esperanza de los equipos en momentos críticos como el actual. Primero, comunicar un plan de acción claro a seguir. Segundo, responder a las necesidades de cada colaborador, teniendo en cuenta sus fortalezas y debilidades, y trabajando para que se sienta seguro y listo para desarrollar su trabajo. Tercero, el líder o jefe inmediato tiene que mantener informados constantemente a los integrantes del equipo sobre las decisiones y acciones que tome la empresa, de forma honesta, simple y clara.


Por último, pero no menos importante, es fundamental recordar que trabajamos con personas. Un buen líder debe preocuparse por el bienestar de cada colaborador, recordando su situación personal, sentimientos y emociones, y mostrando una actitud empática y comprensiva.


Tener una organización fuerte, con procesos, políticas y recursos, que prevea los imprevistos y que ponga toda la energía en tener relevados los puntos ciegos, es un gran diferencial para poder salir adelante en épocas difíciles.


En el momento en el que termine la pandemia, muchas cosas van a ser distintas. Se han puesto a prueba recursos que van desde herramientas tecnológicas, la organización del trabajo, hasta la velocidad de reacción ante los hechos. Hay una gran exposición de los liderazgos globales y podremos ver cómo concluyen al terminar esta crisis que, como toda situación límite, siempre tiene un fin y abre camino a algo nuevo. El tiempo dirá.


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