A pesar de los estudios que intentan determinar el futuro del trabajo y la tasa de reemplazo de las fuerzas laborales, la construcción del futuro es una tarea minuciosa que se desarrolla día a día y de la que, evidentemente, somos los principales protagonistas. 

Hoy, el mundo del trabajo se encuentra en plena batalla, con numerosos frentes en simultáneo. Por un lado, nos atacan viejos y conocidos problemas, como resolver la inequidad de género, la falta de protección social, los ámbitos inseguros, el desempleo en jóvenes y seniors, así como otros mucho más complejos como la explotación infantil.

A todo esto, se suman las problemáticas modernas del mundo laboral, como la migración y el impacto del aumento de la expectativa de vida en los trabajadores. Si todo esto parecía poco, la pandemia llegó para alterar el orden establecido e imponer un nuevo escenario. 

El cambio permanente es la única constante del mundo en que vivimos y a decir verdad, estos cambios parecen ser cada vez más rápidos, sobre todo si tenemos en cuenta el impacto de la tecnología y la digitalización. 

Tal como plantea la agenda 2030 de la ONU, el objetivo al que debemos alinearnos es construir un futuro que nos incluya a todos y el momento de hacerlo es ahora. En este momento, la combinación de cambios y factores que estamos viviendo están moldeando el contrato social del mundo del futuro. 

Está claro que la innovación e incorporación de nuevas tecnologías en el mundo del trabajo no son una novedad, pero hoy la velocidad es lo que condiciona y define el paradigma de los cambios que se producen. Cada día surgen nuevos tipos de trabajo, así como otros se desvanecen. 

Todo esto provoca que si bien la demanda de habilidades en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, así como otras disciplinas STEM aumenta cada día, también crece la importancia de las llamadas “soft skills” producto de un escenario laboral cada vez más interdisciplinario e interdependiente, donde lo colaborativo es cada vez más preponderante. 

Es imposible saber qué habilidades demandarán los trabajos del futuro. Asimismo, en paralelo, transitamos un cambio en el paradigma educativo con la caída de la concepción de obtener formación académica solo a determinada edad o desempeñar una sola carrera durante toda la vida. 

El nuevo paradigma se sustenta en el aprendizaje constante, en fomentar la capacidad de aprender y desaprender, así como estar dispuesto a incorporar nuevos conocimientos y habilidades durante toda nuestra vida. 

El reto, tanto para las organizaciones, como para la sociedad en conjunto, es lograr que esta transición logre beneficiarnos a todos. Debemos adoptar tecnología, pero sin perder de vista nunca el factor humano. Es necesario conocer que la tecnología debe ser utilizada de manera ética, para que cada organización pueda encontrar el talento que la potencia y haga crecer, así como que cada persona pueda acceder al trabajo de sus sueños.