Por Regina Ávila, directora de Marketing y Comunicaciones de Randstad Argentina y Uruguay.


Es una realidad. No quedan dudas de que la pandemia pasará y la percepción de que vivimos en la trama de una película será parte del pasado. Pero el mundo no volverá a ser el mismo y este enemigo microscópico dejará su marca en todos nosotros.


Entre aquellas cosas que cambiarán luego del COVID-19 por supuesto que se encuentra el trabajo. Y este nuevo escenario planteará inquietudes mucho más profundas que si el teletrabajo será la nueva norma o si volveremos a las oficinas.


Cuando el aislamiento quede atrás, tendremos que convivir con protocolos de prevención que impactarán sustancialmente nuestras viejas formas de vincularnos en nuestro lugar de trabajo y los estándares que deberán tener en cuenta las organizaciones para garantizar un entorno seguro para sus empleados.


Mucho más complejo será el efecto de las relaciones de las personas con las empresas y las marcas, y vínculo emocional que surja a partir de cómo éstas últimas respondieron ante la crisis.


Con gran parte de la economía mundial contra las cuerdas, un mercado laboral en aparente caída libre y miles de personas que han quedado desempleadas, ¿tiene sentido pensar en la performance de una marca empleadora?


Es entendible que las organizaciones estén pendientes de otras prioridades. Es cierto que es menos probable en este contexto que alguien renuncie a su posición, pero aun así, las empresas inteligentes no deben dejar de lado sus esfuerzos de employer branding.


En este momento, más que nunca, la falta de autenticidad o de empatía de las compañías no pasará desapercibida en la percepción de candidatos, empleados, sociedad, clientes y consumidores.


En este sentido, más allá de que las empresas en todo el mundo se están enfrentando a un número de desafíos e incertidumbres sin precedentes, y poner sobre la mesa el tema de employer branding puede resultarles superfluo o fuera de timing, es exactamente lo contrario.


Justamente, esta crisis plantea una oportunidad de respetar, proteger e incluso aumentar su reputación a audiencias tanto internas como externas. Ya sea que necesiten contratar de forma rápida, enfrentar una reducción de su nómina o algo intermedio, mantener sus valores y sus promesas de marca de forma transparente y honesta, es fundamental para administrar su reputación.


Conservarse fiel a su identidad y a sus valores debe ser la guía, sobre todo cuando la organización tiene que enfrentar la difícil tarea de despedir trabajadores. Esto no requiere una inversión significativa, pero sí de mucha transparencia y sensibilidad a través de una comunicación humana y sincera con sus empleados.


Si la identidad corporativa está basada en la innovación, pero la compañía no demuestra buscar soluciones innovadoras, entonces nadie volverá a creerle. Si se vanagloria de que las personas son el centro de su propuesta de valor, pero no las trata con transparencia y empatía en los momentos difíciles, su reputación y su marca empleadora no llegarán muy lejos.


Comunicar con transparencia las decisiones tomadas y sus motivos, por más difíciles que sean, es la clave para mantener credibilidad en los ojos de las personas y tiene un valor superior en estos momentos desafiantes.


La conciencia social y la gestión sustentada en valores son claves en este momento. Y serán la mejor guía para atravesar esta crisis y demostrar un liderazgo comprensivo y empático que cree conexiones reales y duraderas que sobrevivan a los efectos económicos y sociales de esta pandemia.


Cuando todo esto pase, las empresas no serán juzgadas por sus resultados, sino por cómo trataron a sus personas.